lunes, 23 de enero de 2012

TEJUELO


Tras el vidrio lleno de carteles, mesas, una señora sentada leyendo con un café esperándole.
“La Biblioteca” se llama el bar. Lindo, pintoresco y calmo. Busco la entrada, pero en su lugar encuentro un pasillo, una entrada a un teatro. Camino, empujo la puerta y una escalera se desparrama ante mí.
Una escalera de madera vieja, sin lustrar, de esas escaleras difíciles de barrer, siempre sucias, pero con un encanto particular, y con un sonido seco, antiguo, tan carismático.
Saludo, pero se nota que el libro esta sumamente interesante como para darme atenciòn.
No hay música, no hay ruidos, solo mis pisadas y mi indecisión de cual mesa elegir. Mesa que sostendrá mis libros, papeles y pensamientos del día, bah que digo no solo los del dia, los de toda una vida y de esa vida paralela, la que se crea, la que se imagina una misma. Esos encuentros que desearía tener, cosas que me gustaría hacer o decir, pero que nunca encuentro el momento o las palabras justas.
Me siento pero nadie aparece, la señora sigue leyendo, miro los libros sobre las estanterías, libros usados, leídos, manchados, tal vez con azúcar en sus “comisuras”. Pero que delicia: están tejuelados; yo que había estudiado bibliotecología para trabajar en un lugar como ese, pero que ahora era todo tan distinto.
Me imagine trabajando allí, es mas me atendí a mi misma, parada anotando mi pedido, siempre pensé que si alguna vez trabajaba de camarera, tendría una libretita para anotar los pedidos. No es que no confíe en mi capacidad de retensión, sino que aquel anotador seria como un sello de calidad, alcanzar la máxima eficiencia era el punto.
Me interrumpe la verdadera moza, un poco sin poder disimular mi desilusión de no ser yo. Ella contrastaba con el lugar, poseía una energía expansiva que rompía con la serenidad del lugar. Demasiada juventud tal vez.
La puerta que suena, entra alguien, sus pasos y conversaciones me sacan de mi ensueño, mí pedido ya esta en la mesa.
Reunión de viejos amigos, nietos, sándwiches y uñas pintadas sobre la mesa de al lado.
Si ellas pudieran hablar.
La puerta sigue haciendo ruido, le sigue la escalera que da magia al lugar.
Había abierto mi libro, y leía sin sumergirme totalmente en él, había algo de afuera de la historia que me llamaba constantemente, me recordaba que estaba allí, pero que era?...la mesa, la puerta, la escalera?
Cuando desistí de mi lectura, mire a mi alrededor y me doy cuenta de que hay gente esperando por mesa…el lugar estaba lleno.
Yo que minutos atrás me preguntaba si funcionaria, hasta me lo había imaginado cerrado, quebrado. Pero mírenlo ahora, tan calladito que estaba, ahora cantaba.
Cantaba con todos sus rincones, los lomos de los libros parecían más vivos, las mesas bailaban y la gente disfrutaba.
Pedí la cuenta y sonreí.