Tras el vidrio
lleno de carteles, mesas, una señora sentada leyendo con un café esperándole.
“La Biblioteca” se
llama el bar. Lindo, pintoresco y calmo. Busco la entrada, pero en su lugar
encuentro un pasillo, una entrada a un teatro. Camino, empujo la puerta y una
escalera se desparrama ante mí.
Una escalera de
madera vieja, sin lustrar, de esas escaleras difíciles de barrer, siempre
sucias, pero con un encanto particular, y con un sonido seco, antiguo,
tan carismático.
Saludo, pero se
nota que el libro esta sumamente interesante como para darme atenciòn.
No hay música, no
hay ruidos, solo mis pisadas y mi indecisión de cual mesa elegir. Mesa que
sostendrá mis libros, papeles y pensamientos del día, bah que digo no solo los
del dia, los de toda una vida y de esa vida paralela, la que se crea, la que se
imagina una misma. Esos encuentros que desearía tener, cosas que me gustaría
hacer o decir, pero que nunca encuentro el momento o las palabras justas.
Me siento pero
nadie aparece, la señora sigue leyendo, miro los libros sobre las estanterías,
libros usados, leídos, manchados, tal vez con azúcar en sus “comisuras”. Pero
que delicia: están tejuelados; yo que había estudiado bibliotecología para
trabajar en un lugar como ese, pero que ahora era todo tan distinto.
Me imagine
trabajando allí, es mas me atendí a mi misma, parada anotando mi pedido,
siempre pensé que si alguna vez trabajaba de camarera, tendría una libretita
para anotar los pedidos. No es que no confíe en mi capacidad de retensión, sino
que aquel anotador seria como un sello de calidad, alcanzar la máxima
eficiencia era el punto.
Me interrumpe la
verdadera moza, un poco sin poder disimular mi
desilusión de no ser yo. Ella contrastaba con el lugar, poseía una energía
expansiva que rompía con la serenidad del lugar. Demasiada juventud tal vez.
La puerta que
suena, entra alguien, sus pasos y conversaciones me sacan de mi ensueño, mí
pedido ya esta en la mesa.
Reunión de viejos
amigos, nietos, sándwiches y uñas pintadas sobre la mesa de al lado.
Si ellas pudieran
hablar.
La puerta sigue
haciendo ruido, le sigue la escalera que da magia al lugar.
Había abierto mi
libro, y leía sin sumergirme totalmente en él, había algo de afuera de la
historia que me llamaba constantemente, me recordaba que estaba allí, pero que
era?...la mesa, la puerta, la escalera?
Cuando desistí de
mi lectura, mire a mi alrededor y me doy cuenta de que hay gente esperando por
mesa…el lugar estaba lleno.
Yo que minutos
atrás me preguntaba si funcionaria, hasta me lo había imaginado cerrado,
quebrado. Pero mírenlo ahora, tan calladito que estaba, ahora cantaba.
Cantaba con todos
sus rincones, los lomos de los libros parecían más vivos, las mesas bailaban y
la gente disfrutaba.
Pedí la cuenta y
sonreí.