lunes, 5 de marzo de 2012

Carmen


Ahora me ha agarrado por la nostalgia. Yo que dije que nunca iba a volver a esa gris y fría ciudad, pero tan caliente como el mesmo infierno. Y pensar que cuando los hijos de Carmen, la vecina de enfrente de toda la vida, le querían vender la casa y mudarla a un departamento mas pequeño, mas manejable y mucho mas seguro; ella se negó, argumentando que en aquella casa de piedra de la calle 62 habia vivido toda la vida, habia criado cuatro hijos y habia hecho el amor con su marido ya fallecido. Y eso que no era tan vieja, es mas todavía vive. Ayer escuche a una vecina del barrio de once que se le desmorono el edificio donde vivio toda su vida, por culpa de las vibraciones ocacionadas por dos construcciones aledañas. El dolor de su voz, esa nostalgia que se le escuchaba, y que el locutor trataba de hacer romper en llanto, pero por suerte sin éxito, gran valentia la de aquella mujer. Nostalgia que tiene como objeto una ciudad, una casa, una persona. Tengo nostalgia de ti, casa, ciudad, persona. Cuando una se cría en una casa desde niña y después esa casa la siguen habitando sus padres, o vos mismo, es un tema, es una alegría inmensa y un dolor muy agudo a la vez. Alegría de que cada vez que vas a visitar esa ciudad, esa casa te ves a vos mismo a todas tus edades, en todos tus días, las relaciones que tenias en aquellos tiempos, y las que tienes ahora. Tus padres, las muchas y variadas mascotas, ese patio lleno de fantasía y realidad. Nostalgia de saber que todo tiene fin, hasta tu propia vida, saber que en algún momento llegara el día en que la decisión habrá que tomarla. Nostalgia de mi niñez. Nostalgia de ese patio, de mis padres jóvenes. Nostalgia de mi ciudad.

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